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domingo, 21 de febrero de 2021

A mi vestido de novia

 



Fue un 21 de marzo, de hace 29 años cuando, llena de inocencia, de ilusiones y ante decenas de invitados,  dije:

"Sí, acepto... 
Y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, 
en la salud y en la enfermedad, 
y así amarte y respetarte todos los días de mi vida."

Sin embargo, con los años, esa promesa solo quedó como parte de un ritual nupcial. Hubo muchas razones por las que no pude cumplirla, y no me arrepiento... Aún hoy en día, siento escalofríos de solo pensar en que, a modo de sentencia, me comprometí a permanecer, "pasara lo que pasara" y durante "todos los día de mi vida", al lado de alguien que, al final, no resultó ser la persona indicada (al menos) para mí. 

"Pase lo que pase" y "Todos los días de mi vida" no pueden cumplirse cuando la dignidad y la integridad mental, emocional y física están en constante riesgo... 

Siendo así, luego de casi 18 años de matrimonio (en los que me dediqué en cuerpo y alma a cumplir con el compromiso de unión que hice ante todas las leyes), finalmente desistí y me divorcié. Hace 11 años rompí con aquel "compromiso-sentencia"  y, aunque no debo generalizar ni afirmar que el matrimonio actualmente puede ser algo obsoleto, sí puedo hablar de las razones por las que yo ya no creo en el matrimonio, quizás por  la forma en que me tocó vivirlo, pero eso no significa que, si ustedes creen en esa tradición, yo intente convencerlas de lo contrario. En realidad todas y todos tenemos la libertad de elegir lo que queremos y lo que no queremos; cada quien con sus creencias, con sus tradiciones, con sus experiencias... pero por favor, ante todo, tengan como prioridad su bienestar emocional, mental y físico. 

Yo, en esta ocasión,  deseo  compartirles, una anécdota que me sucedió hace unos días, y que  se relaciona con aquel día en el que hice el susodicho juramento de "pase lo que pase" durante "todos los días de mi vida"...

El 14 de Febrero pasado, mi ex marido, luego de varios años de no saber nada de él, me hizo llegar algo que, según él, me pertenecía: 
mi vestido de novia.

Durante los 18 años que duró mi matrimonio, nunca tuve muchas cosas. No tuve muchos vestidos, ni maquillajes, ni joyas ni nada por el estilo. Solo lo básico para vivir. Aún así, cuando decidí abandonar mi vida de casada, hace 11 años, salí con una sola maleta que contenía lo más básico de lo básico.

Mis demás cosas personales, como papeles, ropa no tan usual, mi colección de discos, así como algunos regalos heredados de mi familia, se las quedó él. Y yo, las di por perdidas desde el mismo instante que crucé la puerta.

Jamás pedí que me devolviera nada (mucho menos el susodicho vestido), pues para mi todo lo referente a ese periodo ya es irrelevante. Así pasaron 11 años desde que me fui de su lado, y de pronto, se le ocurre enviarme el vestido que usé en nuestra boda. Es su forma de hacerse presente, aunque sea de la forma más absurda...

Confieso que en un principio me resultó confuso, raro y sorpresivo, pero no tardé mucho en reaccionar y recordar que él es un experto manipulador y, por tanto, debe tener alguna intención obscura al enviarme algo que no tiene ninguna utilidad en mi vida actual, aunque sí tiene una historia y un simbolismo.

Lo más increíble es saber que, aunque hace 11 años nos divorciamos, lo guardó durante ¡¡todo este tiempo!!

No tuve opción para rechazar su envío, así que opté por tomármelo de la mejor manera...
Así que lo saqué de su empaque, lo observé y sin poder creer que lo hubiera conservado durante tantos años, me asombré aún más, al comprobar el  excelente estado en el que se encuentra...  ¡Qué bien lo cuidó!. 

No lo pensé demasiado, y volví a probármelo. Fue muy divertido ponérmelo con mi actual cuerpo, y descubrir que hoy me queda mucho mejor que aquel día en que lo usé por primera vez.

Así, con él puesto, comencé a escribir las siguientes líneas, y que hoy les comparto...


A mi vestido de novia:

A pesar de que fuiste hecho especialmente para mi, con mis medidas de antes (hoy soy mucho más delgada), no me perteneciste nunca, pues el diseño se basó en los gustos y en las indicaciones de "él", de quien se creía mi dueño. Por eso, nunca fuiste mi ilusión, fuiste la de "él"... siempre le perteneciste a "él", no a mí. Pero siendo tan incongruente, y luego de no saber nada de "él" durante varios años, de pronto te envía a mi, argumentando: "es tuyo".

No voy a negarlo, me sorprendió ver lo increíblemente bien que te conservó. A simple vista se pueden apreciar todos los cuidados que ni yo hubiera tenido. Si, es cierto, pasaron 29 años desde que te usé, y no cambiaste nada... la que cambió fui yo.

Tú conservas tu hechura, tu tela, tu color aperlado, tu velo y tu enorme cola desmontable tan intactos como aquel día en que la modista dijo, quizás, a modo de condena: "Aquí está tu vestido terminado. Lástima que solo lo usarás una vez en la vida".

Yo, en cambio, ya no soy esa tímida e inocente jovencita, llena de inseguridades, de miedo y de incertidumbre. Hoy soy una mujer... una mujer con otros miedos e inseguridades, pero con más experiencia, resiliente, fuerte y.... ¡muy divertida!

Hoy, al recibirte, quise romper con la sentencia de quien te confeccionó, así que tuve la loca idea de volver a sentirte en mi cuerpo. Sin dudarlo, volví a vestirme con tus telas y con toda la pedrería que te adorna, con la firme intención de rebelarme contra lo que simbolizaste en el pasado.

Confieso que entraste con más facilidad que la primera vez; sigues siendo incómodo, aunque extrañamente hace 29 años te sentía mucho más pesado; tu velo y tu cola no me los probé porque, según recuerdo, son enormes y, honestamente, me dio flojera sacarlos del empaque en el que llevan guardados tantos años. Si, fue raro y divertido sentirte por última vez.... pero esta vez sin falsas ilusiones, sin presiones, sin prisas, sin nervios, sin instrucciones y sin muchas de las personas que me rodearon en aquel momento. Todo es tan distinto hoy...

Ojalá hace 29 años hubiera tenido un poco de la seguridad que hoy tengo en mi misma (claro, me ha costado adquirirla a través del tiempo, de experiencias y con muchas horas de terapia). Sin embargo, queda la evidencia de las abismales diferencias en las fotos del "antes", y que hoy solo le pertenecen a Natalia (el único fruto dulce de ese vínculo) y del "ahora", no solo por el paso de los años, sino también por la actitud, la confianza y la autoestima que, desafortunadamente, no tuve antes.

Lamento decirte que no voy a conservarte; decidí hacer lo que "él" debió haber hecho desde el momento en que salí de su vida: deshacerme de ti para siempre. Formas parte de un pasado que nunca voy a olvidar, pero por el que trabajo día a día para superar. No pretendo borrar nada de mi pasado, porque sin él, no sería la mujer que hoy soy, por tanto, lo agradezco, pero no lo atesoro...

Gracias, vestido de novia, por lo que serviste... hoy, no eres más que un símbolo de lo que ya no quiero. No quiero ataduras, no quiero imposiciones, no quiero intromisiones, no quiero controles disfrazados ni mucho menos quiero dejar de ser yo... hoy solo quiero disfrutar lo que tengo y que tanto me ha costado conseguir: mi libertad, y no quiero ni necesito ningún ajuar para gozar de ella.

Por eso, hoy te digo:

¡Hasta nunca, vestido de novia!

((( )))

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