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martes, 13 de septiembre de 2011

El discriminador lenguaje sexista: ¡Debemos cambiarlo!


Cuando transformemos el lenguaje seremos capaces de transformar  la realidad.

Según la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, ésta se define como “toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”.

En este sentido, el rasgo central de la discriminación es el efecto que tienen la exclusión y el trato diferenciado en el acceso y ejercicio pleno de los derechos humanos.

 Como principio jurídico, el derecho a la no discriminación fue reconocido por las Naciones Unidas como una condición indispensable para la protección de los derechos humanos en 1948.

Entre las formas de discriminación, el sexismo es una de las más extendidas y frecuentes en el mundo. Consiste en el trato desigual y en la segregación de las personas de un sexo por considerarlas inferiores a las del otro. En la mayoría de las culturas la idea de lo masculino emerge como central, mientras que lo femenino aparece como marginal.

Con base en la diferencia sexual, las mujeres históricamente han sido (y son) discriminadas bajo el argumento de que sus características biológicas y fisiológicas, íntimamente relacionadas con la menstruación, gestación, parto y lactancia, las vincula estrechamente y las sujeta a las leyes de la naturaleza; mientras que los hombres, precisamente por lo contrario, estarían más cercanos a la creación de cultura y a las leyes del pensamiento.

Sobre esta premisa se ha construido una falsa supremacía del hombre. El sexismo ha oprimido, subordinado y negado los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de las relaciones humanas; suele reflejarse en expresiones que invisibilizan, estereotipan, desvalorizan y humillan a las mujeres.

La discriminación sexual sucede de múltiples formas y en todos los ámbitos de la vida social: en el trabajo, la casa, la política, los medios de comunicación y, por supuesto, en el lenguaje.

En esta ocasión, me referiré a la discriminación sexual (hacia las mujeres) desde el lenguaje.

Las lenguas son sistemas de comunicación que reflejan las visiones y concepciones presentes en las sociedades; éstas suelen establecer una diferencia social entre los sexos que se refleja y transmite a través de los significados asignados a las palabras, los discursos, las expresiones del habla, las imágenes y los códigos gráficos.

El lenguaje sexista excluye a las mujeres, dificulta su identificación o las asocia a valoraciones peyorativas. Su uso es discriminatorio y parcial e impone barreras arbitrarias e injustas al desarrollo personal y colectivo.

El hecho de no “nombrar” esta diferencia supone no respetar uno de los derechos fundamentales: la existencia y representación de esa presencia en el lenguaje.

Si el lenguaje es sexista, racista o carente de los valores más elementales del ser humano, nuestra conducta será cuando menos igual.


¿Lenguaje androcentrista?
Esta palabra deriva del griego andros (hombre) e implica la prevalencia de la mirada masculina, centrada en la consideración de que el hombre es el modelo, la medida y la representación de la humanidad. Tal visión proviene de una falsa idea, según la cual, se justifica la desigualdad de género como resultado de las diferencias biológicas y las funciones reproductivas de hombres y mujeres.


En suma, se puede afirmar que el sexismo en el lenguaje es expresión de convenciones sociales construidas en torno a las experiencias, mensajes y discursos que se gestan en una sociedad y estigmatizan las formas de ser y actuar de mujeres y hombres, desconociendo el carácter social e histórico de las identidades.

Tales concepciones son recreadas en la comunicación cotidiana, generalmente sin tener conciencia de ello, por lo que circulan como expresiones del sentido común. Por ello es necesario hacer conciencia de los usos sexistas del lenguaje y promover formas alternativas de expresión y comunicación. Veamos algunos casos concretos:


 NOTA:

La frase sexista usada comúnmente se marcará en color verde
La alternativa NO sexista se indicará en color anaranjado

1. Uso de sustantivos:
Un buen número de sustantivos en español son utilizados con el género gramatical masculino como universal para referirse a la totalidad de las personas, con lo que se incurre en el error de reforzar la asociación del “todo” con los hombres.

Existen diferentes opciones que se pueden utilizar para hablar o referirse a colectivos, grupos o plurales formados por mujeres y hombres sin incurrir en un uso sexista o discriminatorio, como por ejemplo, utilizar sustantivos colectivos no sexuados, las palabras “personas o personal”; sustituir el grupo representado por sus funciones o recurrir a la doble forma femenino-masculino:

El hombre ha creado sistemas

La humanidad ha creado sistemas


Los derechos del hombre
Los derechos humanos


Niños de la calle
La gente en situación de calle


Los trabajadores
El personal



2. Utilizar abstractos:
Otro error muy común en el uso sexista del lenguaje es hacer referencia a los cargos como si todas las personas que los ocupan fueran hombres, invisibilizando a las mujeres. Para corregir esto se recomienda utilizar abstractos:

Enviar los documentos a los coordinadores
Enviar los documentos a las coordinaciones

Es responsabilidad de cada jefe de departamento
Es responsabilidad de las jefaturas de departamento

Se van a reunir todos los directores

Se van a reunir los y las titulares de las direcciones

Si no se conoce el sexo de la persona a quien se hace referencia, lo ideal es evitar el uso de los pronombres masculinos y utilizar las palabras “quien” o “quienes”:

Será el juez el que lo determine
Quien juzgue determinará

El supervisor emitirá su opinión
Quien supervise emitirá su opinión

Tras la planeación, los administradores iniciarán el proceso
Tras la planeación, quienes administren iniciarán el proceso

3. En Artículos y Pronombres:
Los artículos se pueden utilizar para enunciar la diferenciación de género sin repetir el sustantivo. Es recomendable alternar y cuidar la concordancia entre el último artículo con el sustantivo:

Los trabajadores deben permanecer en su sitio de trabajo
Los y las trabajadoras deben permanecer en su sitio de trabajo

Los usuarios morosos deben...

Las y los usuarios morosos deben…


* No son necesarias las @ para incluir a las mujeres. Hay soluciones más creativas para transformar la lengua.  

Otro uso no sexista del lenguaje lo podemos realizar al sustituir el genérico masculino por los pronombres “nos”, “nuestro”, “nuestra”, “nuestros” o “nuestras”, tal y como se muestra a continuación:

Es bueno para el bienestar del hombre...
Es bueno para el bienestar de la humanidad...
Es bueno para nuestro bienestar...

Una alternativa para evitar las generalizaciones en masculino es utilizar la tercera persona del singular (ver primer ejemplo), o bien recurrir a formas impersonales, como se muestra en el segundo ejemplo.

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Recomendamos que utilice su tarjeta correctamente.
Se recomienda un uso correcto de la tarjeta.


4. Uso de diagonales y paréntesis en los vocativos:
Cuando se desconozca si el mensaje será recibido por un hombre o una mujer, lo mejor es utilizar las diagonales o el paréntesis en los vocativos (Sustantivo o adjetivo con el que se llama a alguien.):

Estimado:
Estimada/o:


Interesado:
Interesado(a):



5. Uso de Títulos académicos y ocupaciones:
Un error generalizado es mencionar los títulos académicos y las ocupaciones en masculino. Evitemos el uso del masculino cuando se refieran a las mujeres.

La médico Julia Gómez. 
La médica Julia Gómez.



Rosa Fernández, asesor del presidente.
Rosa Fernández, asesora del presidente.


La feminización de las palabras está determinada por los cambios en la realidad social y en el consenso de la comunidad de hablantes. Por ello, es innecesario el uso exclusivo del masculino para nombres que tienen su correspondiente género femenino:

La senador Mayra López
La senadora Mayra López

La juez Norma Vega
La jueza Norma Vega

La jefe de sección María Pérez
La jefa de sección María Pérez

6. Uso de las formas de cortesía:
Hay un sexismo oculto en las formas de cortesía, ya que regularmente se emplea “señorita/señora” para referirse a la mujer soltera o casada, respectivamente; no obstante, para el hombre se ha utilizado “señor” con independencia de su estado civil. En nuestro lenguaje los hombres disponen de personalidad y respeto en sí mismos, mientras que las mujeres lo adquieren por su relación con éstos (es decir, si está casada o por parentesco).

Asimismo, el término “señora” suele utilizarse para denotar una relación de subordinación y propiedad en relación con el esposo, empleando por ejemplo “Señora de Pérez” o “Señora Pérez”, situación inexistente en el caso de los hombres casados.

En consecuencia, para evitar la preservación de las desigualdades y asimetrías entre mujeres y hombres en las formas de cortesía, se sugiere utilizar el término “señora” sin distinción de edad o estado civil, a manera de un vocablo de respeto para todas las mujeres, cuando el contexto de las formas de cortesía lo permita y tal como se hace en otros países. Asimismo, al referirse a una mujer casada, no debe utilizarse el apellido de su cónyuge ni usarse la preposición “de”:

Señora de Pérez o Señora Pérez o Señora Erika Gómez de Pérez
Erika Gómez o Señora Gómez


Cuando se dirige una invitación a una pareja, suele emplearse “Sr. Pérez y esposa” o “Sr. y Sra. Pérez”, lo cual soslaya el hecho de que la mujer es una persona singular, independientemente de la relación marital. En estos casos se recomienda incluir el nombre y apellido de las personas, antecedido por la abreviatura “Sra.” o “Sr.”, o bien referirse simplemente al nombre de cada uno de los cónyuges, como se muestra a continuación.

Sr. Pérez y esposa o Sr. y Sra. Pérez
Sra. Gómez y Sr. Pérez o Sra. Erika Gómez y Sr. Pedro Pérez o Erika Gómez y Pedro Pérez


7. Estereotipos y significados sexistas:
Una de las dimensiones en las que el sexismo se consuma es a través del significado que le atribuimos a ciertas palabras o expresiones, cuyo sentido explícita o implícitamente refuerza concepciones que como se ha indicado son androcéntricas, porque ocultan la presencia de lo femenino e institucionaliza lo masculino, como referente principal.

El sexismo en el léxico se produce específicamente cuando se utilizan palabras cuyos significados califican los atributos físicos y morales según se trate de mujeres u hombres, reforzando los arraigados y molestos estereotipos de género.

A continuación se muestra un siguiente listado de palabras que expresan creencias o estereotipos sexistas que suelen utilizarse en la familia, la escuela, los centros de trabajo, los medios de comunicación, anuncios publicitarios, canciones, chistes, frases hechas, refranes o dichos, cuentos, etcétera.

Aventurera: Prostituta
Aventurero: Osado, valiente, arriesgado

Mujerzuela: Prostituta
Hombrezuelo: Hombrecillo, hombre pequeño

Mujer pública: Prostituta
Hombre público: El que interviene en los negocios, la política

Soltera: Tiene un significado social de "andar  buscando", quedada
Soltero: Codiciado


Verdulera:  Tiene el sentido de mujer ordinaria o grosera.
Verdulero: Hombre que vende verduras

Fulano: Designa a una persona indeterminada
Fulana:  Significa prostituta.

Zorra: Prostituta
Zorro: Hombre astuto, de mundo



MUJER:



 El género femenino No debe ser discriminado desde ningún ámbito.
No hay espacios para hombres y otros para mujeres. Los estereotipos de género deben ser transformados.
Ya no es válido pensar que ellos deben  dedicarse a la producción, al trabajo, a lo público; y  ellas solo son aptas para la maternidad, la procreación, o  lo privado.

Son las sociedades, la cultura, la historia y el lenguaje mismo  los que fomentan las ideas que llevan a una discriminación sistemática que coloca a la mitad de la población - las mujeres - en situación de vulnerabilidad.

En una sociedad machista como la nuestra, lo que tenemos que hacer es educar, cambiar la cultura discriminatoria

Sin duda, ha habido cambios importantes en las legislaciones, pero la ley no hace cultura. Necesitamos  trabajar, arduamente,  en la modificación y reestructuración  cultural, de esta forma,  transformaremos nuestros hábitos en el lenguaje oral, escrito y corporal, con el fin de  eliminar los estereotipos de género causantes de la discriminación de las mujeres.

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